lunes, 21 de marzo de 2011

El Regalo...


Se despertó temprano. Era sábado. No tenía ninguna prisa así que decidió quedarse un ratito más en la cama. (Entre semana, eso era impensable...), así que se lo permitió. Vio que entraba mucha luz aunque la persiana estaba bastante bajada. - ¡Por fin sol! - pensó, y automáticamente se levantó a subirla.

El Sol que entró en su habitación, le sacó una sonrisa, ¡era fantástico, le daba Vida!

Cambió de opinión y decidió no volver a la cama. Se pegó una buena ducha y salió a disfrutar de ese Regalo del día...


Al salir a la calle, iba caminando, respirando profundamente, disfrutando de ese Sol, de esa alegría y de esa Vida que éste emanaba. Se dirigió hacia la plaza del pueblo. Las terrazas estaban a rebosar. A lo lejos vio una mesa libre entre toda la multitud. Decidida se dirigió hacia ella. Se sentó, pidió al sonriente camarero, una caña y unas aceitunas rellenas. Estaba feliz, estaba con ella misma, era su momento y sabía que nada ni nadie se lo estropearía...


Así fue... Al ratito de estar sentada, vio a una pareja de ancianos sentados en un banco, le enterneció esa imagen. Vio a tres niños jugando a fútbol, disfrutando corriendo tras el balón. También vio a una pareja de enamorados que se regalaban caricias, miradas cómplices, besos... Se vio reflejada en aquella chica. Echó la vista atrás... un par de años atrás... y entonces, en ese instante, la sonrisa qúe tenía dibujada en la cara desde que subió la persina de su habitación, desapareció... Entristeció de repente. Echaba de menos eso, esas caricias, esas miradas cómplices, esos besos... Permaneció así durante aproximadamente dos minutos, no más, entonces se dijo a ella misma: - ¿Por qué estoy triste? ¿Por qué? ¡Con lo maravillosos que fueron esos años! ¡Con la cantidad de momentos felices que viví entonces! Con eso me quedo, con eso y con que lo mejor está por llegar! -


Inmediatamente volvió a aparecer la sonrisa en su cara. Se terminó la caña que se estaba tomando. Pagó y se puso a andar de nuevo, esta vez, sin rumbo fijo... Le apetecía andar... quería llenarse de la energía y la Vida que le regalaba ese día, ese Sol... Y así lo hizo.


Llegó a una plazoleta, con varios bancos, muchas plantas, flores, bellos árboles... Se sentó en uno de los bancos, respiró profundamente y de nuevo observó a la gente que iba pasando. Al instante, vio a un chico alto, moreno, muy guapote... Al verle le dio un vuelco el corazón. Aquel chico, se sentó justo en el banco de al lado. Ella le miró tímidamente, cruzó con él la mirada y... ¡MAGIA! Durante unos segundos, no existía nadie más. Solo ellos dos. Estaban solos... no solo en aquella plazoleta... estaban solos en el Mundo... No se oían coches pintando, ni niños jugando al balón, ni gente charlando, ni pájaros cantando, no... estaban solos... los dos.


Él se levantó, fue hacia ella, lentamente, sin dejar de mirarla... Cuando estuvo frente a ella, le sonrío y con una voz tímida y dulce le dijo: - Hoy nos han regalado un día de Sol. ¿Te apetece compartirlo conmigo? -.

Ella asintió, se levantó y empezaron a andar, el uno al lado del otro... muy juntos... miraban al frente, de repente se miraban a los ojos... volvían a mirar al frente, volvían a mirarse a los ojos... sonreían... seguían andando... Él pasó su brazo por encima del hombro de ella. Empezaron a hablar y poco a poco se fueron alejando...